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5 de febrero de 2021

Páez y su renegado compadre


General José Antonio Páez
     La resistencia realista, después de la batalla de Carabobo, aún se mantuvo durante un tiempo. En la zona de los Valles del Tuy con frontera con el llano del estado Guárico. En la cima de Guatopo, estuvo asentado un grupo realista dirigido por un indio alto, fuerte, de cara enérgica y ojos penetrantes, de nombre Dionisio Ramón del Carmen Cisneros Guevara. Desde 1821 hasta 1832 este personaje junto con otros de sus compañeros de armas, entre indios, mulatos, zambos y algún blanco de orilla, se internan en la espesura de las selvas de la cordillera del interior de los Valles del Tuy, crean una resistencia, que no solo hostiga a las autoridades republicanas, sino que se encarga de atacar sistemáticamente a las principales haciendas y centros de producción agrícola de las poblaciones cercanas a Caracas, especialmente a las del Tuy y Barlovento, porque eran su principal fuente de abastecimiento de alimentos y otros rubros como carbón y leña, y se dedican al pillaje, secuestro y cobro de “vacuna” en nombre del Rey Fernando VII, desconociendo al gobierno de Venezuela representado por el General José Antonio Páez. Dionisio Cisneros jamás creyó en las políticas que los gobernadores de nuestro país implementaban en esos tiempos en contra del pueblo venezolano y se identificaba más con la causa realista. Este grupo inconforme era un problema para la producción agropecuaria de la zona, "según la oligarquía terrateniente y grandes hacendados de la región", por lo que Páez, tuvo que confrontarlo.
     El Arzobispo de Caracas, se queja ante el León de Payara, por la situación que se vive en el sitio. Se había detenido la producción de maíz con lo que se hacían las arepas, los campos tuyeros estaban abandonados y había escasez de alimentos. A lo que Páez contesta: 

“Mira que yo a virtud de lo que me dijiste, estoy pastoreando a Cisneros; mucho desconfío de la empresa, porque no tenemos quien puede inspirarle a él confianza; pero por último se hacen las tentativas, y si se logra el golpe son inmensos los bienes que resultan, porque ya hasta la falta de maíz aprieta” 

     Páez, en septiembre del año 30, decide enviar al General Felipe Macero para que acabe con Cisneros, pero este era muy escurridizo. A pesar de no dar con él, logra capturar al hijo de Cisneros.

    Ya, con una gran cantidad de recursos, el Taita decidió usar una estrategia diferente a la fuerza para enfrentar al aguerrido Dionisio, a través de su hijo. Lo vistió y le dio zapatos, lo que significaba un ascenso social; lo colocó en un colegio y le brindó su protección. Le escribió a Cisneros para indicarle el vínculo que habían contraído, y aunque no fuese acorde con su carácter, la respuesta de Dionisio fue favorable. Cuando se bautiza al niño, Páez se convierte en el padrino del muchacho, generando un lazo de compadrazgo con Dionisio. La estrategia apuntaba a que este, siendo católico, no obviaría el lazo de compadrazgo creado con el General. 

“…no estoy cansado ni me cansaré nunca de servir a Dios, soy oficial del rey, se lo que es honor, y no faltaré jamás a mi palabra.” 

Fue la respuesta de aquel difícil realista, en su resistencia contra los patriotas.

     El Presidente Páez con frecuencia viajaba a la hacienda Súcuta, propiedad del Marqués del Toro, cerca de Ocumare. Allí se organizaban grandes “saraos” donde se tocaba, se cantaba y se bailaba el “carrizo” antecedente del joropo tuyero, se preparaban sancochos, carne asada, hayacas y todo ello acompañado con aguardiente de caña. En una ocasión, en 1831, instalado allí Páez planifica un encuentro con Cisneros…

El encuentro 

    El 7 de diciembre de 1837, llega José Antonio Páez a los Valles del Tuy, específicamente a la hacienda del General Castillo Veitía, en compañía de algunos oficiales, entre ellos el Comandante Felipe Macero. Páez salió a encontrarse con Dionisio Cisneros en su cantón del Cerro de El Lagartijo buscando dar fin a las andanzas guerrilleras del "último de los realistas" en estos parajes.

     En el Lagartijo, al sur del rió Tuy se emplaza el General Páez acompañado de dos edecanes y un antiguo lancero llanero que lo acompañaba desde 1819. Páez ordena al lancero que anuncie su llegada a Dionisio Cisneros. El lancero sube a una roca donde se hallaba atrincherado el Dionisio Cisneros con más de doscientos hombres armados con trabucos, pistolas y machetes. A la media hora regresa y le informa a Páez de la situación altamente peligrosa…

—General, no suba usted allá; porque encontrará a 200 bandidos armados de pies a cabeza que lo esperan para asesinarle, pues el jefe me ha dicho con una sonrisa horrible que será usted recibido como se merece.

—Pues bien, espérame aquí, y ustedes tres (dijo volviéndose a sus dos edecanes) si no vuelvo antes de puesto el sol digan a Venezuela, que he muerto en su servicio.


El Centauro de los llanos asume el reto, sabe que estos sujetos, por más que sirvan a Cisneros, admiran a los hombres valientes. Sube la cuesta y del monte salen más de 200 hombres armados, dispuestos a poner fin a su vida. Al fondo está Cisneros, alto, fornido, con rasgos mestizos, portando en su mano una carabina de dos cañones y en el cinto dos pistolas.


—Páez, le dijo Cisneros: ¿cómo te atreves a subir hasta aquí? Qué vienes a hacer en medio de tus más encarnizados enemigos?


—Vengo solamente a entenderme contigo para poner término a la guerra de exterminio que ha asolado hasta ahora a nuestra patria.


—¡No hay guerra inútil cuando se lucha por Dios y Su Majestad, a quienes soy fiel hasta el final! 
—¡Tú ves!, con mis hombres puedo luchar contra tus ejércitos, no les temo. —Te he obligado a venir hasta acá y ahora te puedo fusilar en menos de lo que canta un gallo, quiero que veas la habilidad de mis hombres con las armas.

El Taita sabe que debe seguir firme a su estrategia, de lo contrario, no podrá dominar al caudillo realista. Pensaba que su muerte estaba decretada, mas no vaciló en responder al reto sangriento. Los hombres de Cisneros cargan las baquetas y se escucha el grito de Cisneros:


—¡Fuego!


Las balas pasan rosando al gran General Patriota, pero este no se intimida, Cisneros, sorprendido por la valentía de aquel hombre no puede más que admirarlo. Antes de disparar dio seña a sus hombres de que dispararan sobre su cabeza y aún así el Taita no pestañeó.


—¡Me has vencido!, le dice entonces Cisneros, —¡de aquí en adelante cuenta conmigo vivo o muerto!, exclamó el realista al ver a Páez firme y sin inmutarse. El Taita regresa, así, victorioso y Cisneros es honrado con el grado de Coronel. 

   Posteriormente a Cisneros se le concedieron tierras y propiedades en el Valle del Tuy llegando incluso con el tiempo a ejercer cargos de poder en la región. Sin embargo, muchas veces se salía de las normas y de la legalidad y volvía a sus andanzas, afirmaba que su pacto era con el General Páez, no con las leyes de una República en la cual no creía. Cansadas las autoridades competentes de la conducta de Dionisio Cisneros, se le detuvo y se le sometió a consejo de guerra en Villa de Cura y fue fusilado en enero de 1847 acusado de insubordinación y traición a la patria.


     El impacto de la figura de Dionisio Cisneros en el Tuy, ha sido maximizada a lo largo del tiempo por la fábula y las leyendas, aún están presentes en la región, los cuentos de los ancianos que asocian a Cisneros como el padre de Mauricio (un muy nombrado encanto del Tuy), o con una inmensa fortuna enterrada en el pueblo de la Magdalena donde algunas personas que viven en esta zona montañosa, cuentan que en noches de verano, cerca de Semana Santa, se ven luces que se expanden y se cierran en el horizonte, también relatan algunos vecinos de esta zona, que se oyen gritos desgarradores pidiendo auxilio. Algunos moradores de los valles del Tuy creen que este tesoro se halla en el cerro del Lagartijo o en el llamado Cerro el Amarillo, ubicado en el municipio Paz Castillo, cuya parte más alta aún hoy se le conoce con el nombre de “El Alto de Cisneros". No faltan quienes piensan que en este lugar, Cisneros tenía ubicado el principal y más seguro de sus campamentos.
     
   Cierto es que, no todo fue fábula o leyenda, y que aún en las narraciones hechas por los ancianos, referentes a la conducta de Cisneros, al ser escuchadas, se puede percibir en las expresiones de los nuevos burgueses y terratenientes de Venezuela el terror y  la casi certeza de que en algún momento de la narración puede emerger de la selva de Guatopo ese indio alto, de cara enérgica y ojos penetrantes, con su ejercito de indios, mulatos y zambos a enfrentarlos nuevamente en una lucha de clases entre el rico hacendado y el campesino desposeído.

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