Gracias por tu visita

29 de enero de 2017

La travesía del indigente


La travesía del indigente - Maggida Lovera

«La poesía social de la travesía del indigente, de Maggida Lovera, Médico Integral Comunitario del Hospital General de los Valles del Tuy, es conmovedora por las circunstancias que describe. Cada frase recuerda al ser social perdido en la calle… Maggida traduce el silencio de los rostros que observa en cada sitio, en las aceras, en el hilo de la vida que se desgasta en cada evento, en la preocupación que recorre la ciudad. La travesía del indigente evoca la precariedad de los sueños, de las suplicas y de la necesidad de vivir. Esta travesía es una poesía al desamparo de la conciencia, a la soledad y la esclavitud actual…».


Fue el encuentro de la autora con una indigente que, con su mirada, la inquietó; más que inspirarla, y prácticamente le dictó cada verso del poema que le da título al libro y generó los otros 55.
Aparte de la indigencia material, la autora fija posición con su poesía sobre otro tipo de penurias como "la carencia de gestos, de palabras, de acciones; la indigencia espiritual".
«La propuesta medular de La Travesía del Indigente exhorta a escudriñar la luz que calienta y alumbra al alma, a ver en su flama los contornos de la vida que se dilata en la riqueza de los mundos subjetivos. Mundos que permanecen intactos en los meandros de cada ser que sueña».


La travesía del indigente


La carencia del pábulo conduce
al vicio callejero;
lavando con un néctar anubarrado al fenotipo.
Dentro del espacio donde la incultura ahuyenta
al sustento,
está el desamparo presente.
En el itinerario, miembros van y regresan
con la ayuda frívola que conlleva
a una muerte trivial.
¡Llega la voluntad! Colgando la mano radiante
hacia el olvido de una mente inhabitada…
El puño samaritano traerá el amparo tangible
redoblando el valor del menesteroso.


Subestimar


Mandas el valor al inframundo,
minimizas al todo por tu ignorancia.
Desdeñando, mandas la vida al olvido,
a la habilidad del menesteroso, del niño, del senil,
de la madre que cobija,
del labrador.
Quedas atrapado en la mata de la estética,
cosechando infelicidad
cobijado por la ausencia del amor,
por la ausencia de gracia y destreza.

Al subestimar al prójimo te subestimas
a ti mismo;
piensa antes de querer subestimar.


Soberbia


Recluta de virtudes,
cárcel de almas.
Poderoso vicio que mira con desdén al prójimo
confundiendo irrefutablemente
a la modestia con debilidad.
Soberbia,
predispuesta ¡ahí va! Con su carácter hirsuto,
subestimando con autoritarismo.
Soberbia
sobredosis de orgullo,
todos tenemos virtudes,
ábrete, deja salir a tu alma,
alma que está en inanición por tu ego.
Escucha el sonido afable, soberbia,
abre tus blindados sentidos.
Escucha
no amputes al humanismo;
no subestimes al prójimo.
Basta ya de soberbia.


Veo 


Veo en el “transito facies” que da una perspectiva
del sentimiento
rostros dibujados de arrugas llenas de historias.
En medio del entorno altanero,
entre acciones que revelan síntomas de retraso
observo a personas equivocadas
bajo el balanceo de la cobija corrupta,
personas tratando de alcanzar escalones
inapropiados mientras subestiman y difaman al
Iluminado.
Asimismo,
veo religiones matizadas de hecatombes
confundiendo al desesperado
ya intoxicado por la ambigüedad de los medios
de comunicación.
Por otro lado, veo pasos decisivos cambiando
caminos desaliñados de principios
por optimismo.
Pasos saliendo de la oscuridad movidos
por una fuerza soberana.
Veo como se levantan a través del polvo
jorobas de trabajos forzados
matando la ignorancia que escolta
al desafecto general.
Pasos que se manifiestan.
Caminan y ocupan su destino
pasos que dicen adiós al estigma de calamidad
luchando contra el balanceo de la cobija corrupta;
diciendo adiós a los que tratan de alcanzar
escalones inapropiados.


La vida de una flor


Se despierta con cautela,
desnuda de hostilidad;
abre sus miembros al sol,
dispuesta, valiente,
creando el suspiro de los amantes.

A través de su polinizante indumentaria
entre melodías portentosas
se infunden pétalos de fe,
cultivando versos.

La travesía del indigente - Maggida Alejandra Lovera H. Médico del Hospital General de los Valles del Tuy.“La poesía social de La travesía del indigente, de Maggida Lovera, exquisita poeta de cielos venezolanos, es conmovedora por las circunstancias que describe. Cada frase recuerda al ser social perdido en la calle, sobre todo en estas aciagas horas que vive Venezuela hoy día.

"Solo conoce el vino bueno quien probó el vino amargo"


Esta Travesía del indigente, es una denuncia que toca la calle y toca el alma. Es una poética al desamparo de la conciencia, a la soledad y la esclavitud actual que amenaza con apoderarse del mundo. Con todo, la poesía le hace frente y contrarresta el mal del siglo XXI con sus luces de neón que alumbran la vacuidad del hombre, acorralado por sí mismo en una geografía disímil".


La Travesía del indigente evoca la precariedad de los sueños, de las súplicas, de la necesidad de vivir y desear. El canto se ofrece como una forma de inmortalizar cada momento vivido, entrevisto en el paso rápido de la poeta que observa, quizá cuando sale del metro o cuando pasea, cuando se dirige a su trabajo o corre al encuentro del amor. Esta travesía es un vagabundeo permanente, un vagabundeo que reza en nombre de los desfallecidos, de los insultados, de aquellos sometidos por la fuerza.

La obra puede encontrase en el estand 57 ubicado al sur de la plaza, por el tramo que da a la Avenida San Juan Bosco.


26 de enero de 2017

En mi otro mundo


Un tenue color, como de niebla limpia,
rodea el pedazo de universo que es mi reino.
Colinas rectangulares se abren al paso de mi mirada
y rocas viajeras, bañadas de arco iris,
danzan en el río cristalino.
Un coro de voces, como de aves y niños…
como de brisa susurrando entre los árboles frondosos,
me invita a reconquistar la paz 
que solo encuentro… EN, este, MI OTRO MUNDO.


"Más acá de la magia y de una sexta dimensión, más cerca que los sueños y la fantasía obligada… ¡hay otros mundos para respirar! Y ahora, recostado en mi hoy y mi mañana rememoro cosas viejas, esas cosas que el viento se va llevando con mis años cabalgando sobre ellas. Son mil imágenes… ¡mil recuerdos! y cuando me veo en ellos… siento que a pesar de todo, me gusta ser médico". (Arnaldo Sánchez).

«Este trabajo de antología poética del Dr. Arnaldo Sánchez, médico traumatólogo, del Hospital General de los Valles del Tuy, refleja en versos y ritmos, la expresión de búsquedas y encuentros; desde lo más sencillo hasta lo más complejo. Encuentros de libertad: la fuerza vital y misteriosa que imprime en el hombre el deseo de agarrarse al mundo que lo rodea, una manifestación interior secretamente comprendida. 
El autor utiliza todos los recursos y las formulas necesarias para llevar hasta el lector las ideas de un pensamiento sutil que, sustituye la carga de ansiedad que todos tenemos cuando puertas y ventanas están cerradas a los gritos del alma».


Canción de cuna (A Sebastián)


I
Arrurrú mi niño,
arrurrú mi amor,
eres mi pedazo
de sabana y flor.

II
Arrurrú mi niño
que naciste ayer,
todos los vecinos
ya te quieren ver.

Despierta mi rey
ven a saludar,
y tome su teta
que es de miel y pan.

Yo quiero que seas
un cachorro más,
la gran madre tierra
será tu madrina
y un río con pavones
te va apadrinar.
Garzas y caimanes
Te contemplaran.

III
Arrurrú mi amor
leña de fogón,
el sol y la lluvia
serán tu oración.

Despierta monito
que ya amaneció,
el monte te espera
y el maíz creció.

Juega en la sabana
barro y arenales,
mécete en las ramas
de los chaparrales.

Habla con la risa
da tu corazón,
emprende caminos
oye su canción.

IV
Arrurrú mi niño
jagüey cristalino,
guacamayo al vuelo
luz de mi destino.

Vengase pal’ rancho
que el catire quema,
siéntese a la mesa
que hay frijol y ñema.

La tarde se acerca
y se calma el día,
venaito inquieto
becerrito mío.
Bebe los colores
de llano y estero,
periquito libre
mi osito palmero.

V
Arrurrú mi amor
cocuyo encendido,
busca los luceros
nada se ha perdido.

Cuéntele a su mama
lo que descubrió,
todos los tesoros
que afuera encontró.

No tema la noche
ni la oscuridad,
el búho es amigo
los sapos también.

Llórale a la luna
ella entenderá,
ríe con el viento
que él te guiará.

VI
Arrurrú mi niño
arrurrú mi amor,
eres mi pedazo
de sabana y flor.


Mujer

Mujer de pan… mujer de azúcar
habitante escondida y silenciosa,
del último secreto de mi miedo
con tu sombra dibujada en la penumbra
y una mueca en el hogar de la sonrisa.

Mujer del tiempo primitivo
Conductora de la ronda y el tomate,
delincuente precisa de la tarde
acusada de talar sueños cansados
y mostrar razones apagadas.

Mujer de vino… mujer de miel
abrumada de argumentos inconclusos,
con su pena confundida en el archivo
removiendo la magia de una historia
y tallándole un canto a la rutina.

Mujer de humo y licor dulce…
yo quiero relatarte mi noche.
yo quiero mezclarte en mis sueños
yo quiero encontrarte en la batalla
yo quiero atrapar tu locura
yo quiero danzar tu pensamiento
yo quiero vestir tu profecía
yo quiero reírme con tu risa
yo quiero vagar en tu mirada
yo quiero besar tus cicatrices.

Mujer de barro perfumado…
yo quiero encontrar algunas noches…
¡la mujer de carne y piel caliente! 


Cosas viejas

Mirando las luciérnagas dormidas
que visten la ciudad
mi angustia viaja
de la mano de un recuerdo añejo.

Lo evocado es
un cartel luminoso que me obliga
a buscar un descanso pueril
en la sombra de un gran árbol
pintado de frutos y frescor.

Y enloquecido con la idea de la meta
bordé de prisa mis pasos
y olvidé la mano de mi sombra.

Al andar…
pisoteo simples florecitas
en su danza de polen y colores.
Desprecio a las piedras del camino
e ignoro el dulce canto
que le brindan al amigo.

¿Y sabes?…
nunca encontré al árbol
nunca quise detenerme
a conversar con las flores
o conocer a las piedras.
¡Nunca pude tener tiempo!

Y ahora
recostado en mi hoy y mi mañana
rememoro cosas viejas.
Esas cosas que el tiempo se va llevando
con mis años cabalgando sobre ella.

En mi otro mundo - Arnaldo Sánchez Gómez.
Más acá de la magia
y de una sexta dimensión.
Más cerca que los sueños
y la fantasía obligada…
¡Hay otros mundos para respirar!




Mujer 
Autor, voz y guitarra: Pedro Galindo.
Guitarra y coro: Pedro "PTT" Lizardo (La Misma Gente)
Letra poética: Arnaldo Sánchez Gómez.

24 de enero de 2017

Crónicas Oscuras de un Hospital Venezolano

 

De los Doctores Arnaldo Sánchez y Pedro "PTT" Lizardo, médicos del Hospital General de los Valles del Tuy.


Arnaldo Sánchez y Pedro "PTT" Lizardo
«Cualquier persona que haya tenido necesidad de aproximarse a un hospital público del país habrá vivido, habrá sentido, habrá compartido las cosas que aquí, en estas doscientas ochenta páginas se dicen. Eso sí, los autores aclaran que "cualquier parecido con personas de la vida cotidiana… es absolutamente necesario; pues las acciones y los hechos llevan implícita su cuota de responsabilidad. La reacción de quien se sienta afectado… simplemente nos dará la razón".

Relatos de horror, amargura, ansiedad… y en medio de ellos y a través de las conjugaciones, está la verdad hecha puro sentimiento, la verdad llena de poesía y encanto humano. Las páginas de este texto parecen advertir que en medio de la desesperanza, de la falta de gasas y alcohol, y del estado de coma, también convive lo sublime».

"Un libro escrito con devoción, para abrirnos los ojos a una realidad social de urgente tratamiento clínico" (Pedro "PTT" Lizardo).

"Este libro pretende, por una parte, atrapar la magia y la locura encontradas en un sitio que llegamos a sentir como otro hogar. Por la otra, ser una voz que aleje el silencio cómplice de las instituciones. La vida nos ha colocado en un sitio que, más allá de la creencia general, está lleno de magia y de historias. Un sitio donde confluyen la vida, la muerte, el sufrimiento, las risas, las lagrimas, el dolor... ¿El sitio!: un hospital público, y lo menos que podemos hacer nosotros es no ser indiferentes". (Arnaldo Sánchez).


Aquella niña en rosa y blanco


(Tomado del libro: "Crónicas Oscuras de un Hospital Venezolano", escrito por los Doctores Arnaldo Sánchez y Pedro "PTT" Lizardo en el año 1994).


«Al Hospital vino Clara una noche; cinco años de vida acumulaban más tristeza y abandono que todas nuestras horas. Hija de no se sabe quién, fue la clásica niñita abandonada de mano en mano, mientras no caminaba; de caricia en caricia, mientras no habló; creció de la casa de una "madrina" a la casa de una "tía", de un hospicio al I.N.A.M, de un hueco al otro. Y en esa época la conocí. Vino callada y gris con una de esas enfermedades que nos hereda el hambre. Tenía una infección de la cadera, de esas que solo sufren los niños del Tercer Mundo (o del mundo olvidado). Lloraba bajito en la camilla esperando su tiempo de quirófano, la anestesia general, el drenaje de sus soledades… la cura de esa tristeza que ya estaba madura. Yo la veía desde el privilegio tenue que me otorga el no tener que decidir incisiones o tratamiento; pero en ella veía mis niños: mis hijos, sobrinos, parientes. No sé quiénes, pero en su posición, vestida de papel azul, me hacía pensar en todas las Clara del mundo. Ella no hablaba, al fin y al cabo nadie la había oído; me veía con los ojos grandotes debajo del gorro quirúrgico y no me creía. Esperaba solitaria en la única postura que aliviaba su dolor. Clara tuvo suerte esa noche; hubo manos para ella que no la agredieron y un sentimiento silencioso de rabia y comprensión que unió a aquellas personas en su circunstancia. Tuvo su oportunidad, nos dio la nuestra y después del área quirúrgica fue a dormir entre niños enfermos, solos o acompañados, pero en el Hospital; no en los rincones donde había visto perder la identidad no descubierta, la familia que no tuvo, el honor que nadie respetó. Ella mejoró; comenzó a ser niña después de cinco años. No reía duro, pero sonreía con esa duda de saber que algún día tendría que volver al infierno. Comenzamos a pensar qué iba a ser de ella. Y así, para los que no creen en la gente buena o en la buena gente, una enfermera (Elena), que formó una familia con estrecheces pero llena de luz, decidió seguir queriéndola de cerca, abrazándola, vistiéndola y hablándole como a una hija. Elena la adoptó; asumió la responsabilidad, dejó que la parte buena de nosotros decidiera y le abrió un espacio en su casa… allá donde el sol aprieta, en los Valles del Tuy. La otra tarde, dos años después, vi pasar entre tanta gente que deambula por la Emergencia, a una mujercita vestida de rosado y blanco con un sombrero ladeado lleno de florecitas que la hacía más bonita, y en su mano… la mano de Elena. Entonces la reconocí y no pude sino abrazarme a la esperanza». (Pedro Vicente Lizardo).


Esteban


(Tomado del libro: "Crónicas Oscuras de un Hospital Venezolano", escrito por los Doctores Arnaldo Sánchez y Pedro "PTT" Lizardo en el año 1994).

«En este Hospital se dice "Caso Social" para no decir, ser humano abandonado. He visto tantos "Casos Sociales" que he llegado inclusive, en algunas ocasiones, a no indignarme cuando así me los presentan. Esteban llegó a emergencia hace casi tres años. Los bomberos (merecedores de una crónica) lo encontraron en alguna calle: deshidratado, obnubilado, lleno de mierda y secreciones respiratorias... universo de bacterias. Hicimos lo de siempre: lo asistimos, lo diagnosticamos, lo bañamos, lo alimentamos y le dimos los pocos medicamentos que teníamos. En fin, nos atravesamos en el camino lento y solitario que estaba recorriendo y al cabo de tres semanas, con unas pijamas viejas, lo volvimos a parar en sus dos extremidades inferiores. Nadie vino a verlo. Nadie preguntó por él. Nadie le había hablado en quién sabe cuántos años. Estaba solo. Tan solo como yo cuando subo al cuarto piso... pero sin esperanzas. Y así, se fue quedando en el hospital. De la sala fue trasladado a uno de esos cuartos que llaman de faena; sencillamente, el área donde lavan los coletos y guardan las escobas. Trabajo Social trató de ubicarlo en una institución de las que no existen en un país que no se quiere a sí mismo, mucho menos a los ancianos y a los chamos abandonados. Todavía hoy, no se le ha encontrado ubicación. Esteban no molesta. Esteban está allí pero no existe para nadie. Esteban se acuesta de lado, en la cama vieja que le tocó y nos mira con los ojos aguados y el tiempo detenido. La otra mañana cuando subí a mi cuarto, lo encontré llorando, de pie y casi desnudo. Y al acercarme a él me preguntó: —¿Hasta cuándo?... —¿Hasta dónde?...Y yo, ¿qué le iba a responder? A esas 3 de la mañana decidí llorar bajo la regadera». (Pedro Vicente Lizardo).



Pezones compartidos


(Tomado del libro: "Crónicas Oscuras de un Hospital Venezolano", escrito por los Doctores Arnaldo Sánchez y Pedro "PTT" Lizardo en el año 1994).

«... Alguna noche la Policía trajo al Hospital un bebé que había sido encontrado en un matorral cercano al terminal de autobuses. La niña, con media cara quemada por el sol y todo su cuerpo adornado con picaduras de hormiga, fue recibida por una doctora que había parido recientemente.

Una vez "revivida" con el tratamiento de Emergencia, apareció el primer amigo del recién nacido: el hambre. Y como ya era de noche, no había sido programado ningún tetero para Selva María (bautizada así por las enfermeras) .
El llanto de la niña no pudo ser calmado ni con agüita de azúcar.
Ya era medianoche cuando llamaron a la Doctora. Ella, contemplando a la niña, quizá tuvo un eco de llanto en sus tetas cargadas, y en un arrebato de inspiración, cargó y se llevó a Selva María al cuarto de los Médicos Residentes.
Unos diez o quince minutos después la devolvió a su cuna, dormida y satisfecha.
A la mañana siguiente, antes de irse a su casa después de la guardia, comenzó a concretarse un juego diario de pezones compartidos y bocas ansiosas entre su hijo y Selva María.
Durante las semanas siguientes podía verse a alguna enfermera de Pediatría buscando a la Doctora de las tetas dispuestas. Así la niña mamó en Emergencia, mamó en la Consulta, mamó en Triaje y mamó en la sala.
De esta manera Selva María fue vacunada con leche contra la falta de amor.
Al fin, después de cuatro meses, apareció la abuela de la niña y se la llevó con ella». (
Arnaldo Sánchez).


¡Ni qué fuera la tuya!


(Tomado del libro: "Crónicas Oscuras de un Hospital Venezolano", escrito por los Doctores Arnaldo Sánchez y Pedro "PTT" Lizardo en el año 1994).

Isaías era otro de los tantos locos que habitan nuestras calles. Ingresó, no por su locura salvadora, sino por una infección respiratoria: una neumonía; una pulmonía, como decía mi abuela. Isaías mejoró, pero se fue quedando en el Hospital, los olvidados no tienen a donde ir. La locura de Isaías no se alimentaba solamente de esos personajes invisibles que habitan la esquizofrenia, sino también de sus propios excrementos. Isaías los acumulaba en una lata vacía y, después de la cena tempranera de los hospitalizados, se los servía en la misma bandeja de los alimentos. Una tarde vi como salían despavoridos los compañeros de habitación de Isaías y fui a ver que estaba sucediendo. Me encontré con el hombre sentado en su cama, con la boca y la barbilla llenas de mierda... así como se puede ver a un niño embarrado con helado de chocolate. —¡Coño Isaías!, ¿hasta cuando esa comedera de mierda? …le grité. Y él, levantando la cuchara llena, me dijo displicente: ­ —¡Guá… ni qué fuera la tuya! (Pedro Vicente Lizardo).

CRÓNICAS OSCURAS DE UN HOSPITAL VENEZOLANO (RELATOS) 1994
Crónicas Oscuras de un Hospital Venezolano, en su 1ra edición
Momento del bautizo del libro

Compartir musical y cultural durante el bautizo de "Crónicas Oscuras de un Hospital Venezolano"



Esta breve narración poética de nuestro gran amigo "PTT" sobre su propia visión de la vida en un hospital, nos hará indiscutiblemente reflexionar...