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24 de enero de 2017

Crónicas Oscuras de un Hospital Venezolano

 

De los Doctores Arnaldo Sánchez y Pedro "PTT" Lizardo, médicos del Hospital General de los Valles del Tuy.


Arnaldo Sánchez y Pedro "PTT" Lizardo
«Cualquier persona que haya tenido necesidad de aproximarse a un hospital público del país habrá vivido, habrá sentido, habrá compartido las cosas que aquí, en estas doscientas ochenta páginas se dicen. Eso sí, los autores aclaran que "cualquier parecido con personas de la vida cotidiana… es absolutamente necesario; pues las acciones y los hechos llevan implícita su cuota de responsabilidad. La reacción de quien se sienta afectado… simplemente nos dará la razón".

Relatos de horror, amargura, ansiedad… y en medio de ellos y a través de las conjugaciones, está la verdad hecha puro sentimiento, la verdad llena de poesía y encanto humano. Las páginas de este texto parecen advertir que en medio de la desesperanza, de la falta de gasas y alcohol, y del estado de coma, también convive lo sublime».

"Un libro escrito con devoción, para abrirnos los ojos a una realidad social de urgente tratamiento clínico" (Pedro "PTT" Lizardo).

"Este libro pretende, por una parte, atrapar la magia y la locura encontradas en un sitio que llegamos a sentir como otro hogar. Por la otra, ser una voz que aleje el silencio cómplice de las instituciones. La vida nos ha colocado en un sitio que, más allá de la creencia general, está lleno de magia y de historias. Un sitio donde confluyen la vida, la muerte, el sufrimiento, las risas, las lagrimas, el dolor... ¿El sitio!: un hospital público, y lo menos que podemos hacer nosotros es no ser indiferentes". (Arnaldo Sánchez).


Aquella niña en rosa y blanco


(Tomado del libro: "Crónicas Oscuras de un Hospital Venezolano", escrito por los Doctores Arnaldo Sánchez y Pedro "PTT" Lizardo en el año 1994).


«Al Hospital vino Clara una noche; cinco años de vida acumulaban más tristeza y abandono que todas nuestras horas. Hija de no se sabe quién, fue la clásica niñita abandonada de mano en mano, mientras no caminaba; de caricia en caricia, mientras no habló; creció de la casa de una "madrina" a la casa de una "tía", de un hospicio al I.N.A.M, de un hueco al otro. Y en esa época la conocí. Vino callada y gris con una de esas enfermedades que nos hereda el hambre. Tenía una infección de la cadera, de esas que solo sufren los niños del Tercer Mundo (o del mundo olvidado). Lloraba bajito en la camilla esperando su tiempo de quirófano, la anestesia general, el drenaje de sus soledades… la cura de esa tristeza que ya estaba madura. Yo la veía desde el privilegio tenue que me otorga el no tener que decidir incisiones o tratamiento; pero en ella veía mis niños: mis hijos, sobrinos, parientes. No sé quiénes, pero en su posición, vestida de papel azul, me hacía pensar en todas las Clara del mundo. Ella no hablaba, al fin y al cabo nadie la había oído; me veía con los ojos grandotes debajo del gorro quirúrgico y no me creía. Esperaba solitaria en la única postura que aliviaba su dolor. Clara tuvo suerte esa noche; hubo manos para ella que no la agredieron y un sentimiento silencioso de rabia y comprensión que unió a aquellas personas en su circunstancia. Tuvo su oportunidad, nos dio la nuestra y después del área quirúrgica fue a dormir entre niños enfermos, solos o acompañados, pero en el Hospital; no en los rincones donde había visto perder la identidad no descubierta, la familia que no tuvo, el honor que nadie respetó. Ella mejoró; comenzó a ser niña después de cinco años. No reía duro, pero sonreía con esa duda de saber que algún día tendría que volver al infierno. Comenzamos a pensar qué iba a ser de ella. Y así, para los que no creen en la gente buena o en la buena gente, una enfermera (Elena), que formó una familia con estrecheces pero llena de luz, decidió seguir queriéndola de cerca, abrazándola, vistiéndola y hablándole como a una hija. Elena la adoptó; asumió la responsabilidad, dejó que la parte buena de nosotros decidiera y le abrió un espacio en su casa… allá donde el sol aprieta, en los Valles del Tuy. La otra tarde, dos años después, vi pasar entre tanta gente que deambula por la Emergencia, a una mujercita vestida de rosado y blanco con un sombrero ladeado lleno de florecitas que la hacía más bonita, y en su mano… la mano de Elena. Entonces la reconocí y no pude sino abrazarme a la esperanza». (Pedro Vicente Lizardo).


Esteban


(Tomado del libro: "Crónicas Oscuras de un Hospital Venezolano", escrito por los Doctores Arnaldo Sánchez y Pedro "PTT" Lizardo en el año 1994).

«En este Hospital se dice "Caso Social" para no decir, ser humano abandonado. He visto tantos "Casos Sociales" que he llegado inclusive, en algunas ocasiones, a no indignarme cuando así me los presentan. Esteban llegó a emergencia hace casi tres años. Los bomberos (merecedores de una crónica) lo encontraron en alguna calle: deshidratado, obnubilado, lleno de mierda y secreciones respiratorias... universo de bacterias. Hicimos lo de siempre: lo asistimos, lo diagnosticamos, lo bañamos, lo alimentamos y le dimos los pocos medicamentos que teníamos. En fin, nos atravesamos en el camino lento y solitario que estaba recorriendo y al cabo de tres semanas, con unas pijamas viejas, lo volvimos a parar en sus dos extremidades inferiores. Nadie vino a verlo. Nadie preguntó por él. Nadie le había hablado en quién sabe cuántos años. Estaba solo. Tan solo como yo cuando subo al cuarto piso... pero sin esperanzas. Y así, se fue quedando en el hospital. De la sala fue trasladado a uno de esos cuartos que llaman de faena; sencillamente, el área donde lavan los coletos y guardan las escobas. Trabajo Social trató de ubicarlo en una institución de las que no existen en un país que no se quiere a sí mismo, mucho menos a los ancianos y a los chamos abandonados. Todavía hoy, no se le ha encontrado ubicación. Esteban no molesta. Esteban está allí pero no existe para nadie. Esteban se acuesta de lado, en la cama vieja que le tocó y nos mira con los ojos aguados y el tiempo detenido. La otra mañana cuando subí a mi cuarto, lo encontré llorando, de pie y casi desnudo. Y al acercarme a él me preguntó: —¿Hasta cuándo?... —¿Hasta dónde?...Y yo, ¿qué le iba a responder? A esas 3 de la mañana decidí llorar bajo la regadera». (Pedro Vicente Lizardo).



Pezones compartidos


(Tomado del libro: "Crónicas Oscuras de un Hospital Venezolano", escrito por los Doctores Arnaldo Sánchez y Pedro "PTT" Lizardo en el año 1994).

«... Alguna noche la Policía trajo al Hospital un bebé que había sido encontrado en un matorral cercano al terminal de autobuses. La niña, con media cara quemada por el sol y todo su cuerpo adornado con picaduras de hormiga, fue recibida por una doctora que había parido recientemente.

Una vez "revivida" con el tratamiento de Emergencia, apareció el primer amigo del recién nacido: el hambre. Y como ya era de noche, no había sido programado ningún tetero para Selva María (bautizada así por las enfermeras) .
El llanto de la niña no pudo ser calmado ni con agüita de azúcar.
Ya era medianoche cuando llamaron a la Doctora. Ella, contemplando a la niña, quizá tuvo un eco de llanto en sus tetas cargadas, y en un arrebato de inspiración, cargó y se llevó a Selva María al cuarto de los Médicos Residentes.
Unos diez o quince minutos después la devolvió a su cuna, dormida y satisfecha.
A la mañana siguiente, antes de irse a su casa después de la guardia, comenzó a concretarse un juego diario de pezones compartidos y bocas ansiosas entre su hijo y Selva María.
Durante las semanas siguientes podía verse a alguna enfermera de Pediatría buscando a la Doctora de las tetas dispuestas. Así la niña mamó en Emergencia, mamó en la Consulta, mamó en Triaje y mamó en la sala.
De esta manera Selva María fue vacunada con leche contra la falta de amor.
Al fin, después de cuatro meses, apareció la abuela de la niña y se la llevó con ella». (
Arnaldo Sánchez).


¡Ni qué fuera la tuya!


(Tomado del libro: "Crónicas Oscuras de un Hospital Venezolano", escrito por los Doctores Arnaldo Sánchez y Pedro "PTT" Lizardo en el año 1994).

Isaías era otro de los tantos locos que habitan nuestras calles. Ingresó, no por su locura salvadora, sino por una infección respiratoria: una neumonía; una pulmonía, como decía mi abuela. Isaías mejoró, pero se fue quedando en el Hospital, los olvidados no tienen a donde ir. La locura de Isaías no se alimentaba solamente de esos personajes invisibles que habitan la esquizofrenia, sino también de sus propios excrementos. Isaías los acumulaba en una lata vacía y, después de la cena tempranera de los hospitalizados, se los servía en la misma bandeja de los alimentos. Una tarde vi como salían despavoridos los compañeros de habitación de Isaías y fui a ver que estaba sucediendo. Me encontré con el hombre sentado en su cama, con la boca y la barbilla llenas de mierda... así como se puede ver a un niño embarrado con helado de chocolate. —¡Coño Isaías!, ¿hasta cuando esa comedera de mierda? …le grité. Y él, levantando la cuchara llena, me dijo displicente: ­ —¡Guá… ni qué fuera la tuya! (Pedro Vicente Lizardo).

CRÓNICAS OSCURAS DE UN HOSPITAL VENEZOLANO (RELATOS) 1994
Crónicas Oscuras de un Hospital Venezolano, en su 1ra edición
Momento del bautizo del libro

Compartir musical y cultural durante el bautizo de "Crónicas Oscuras de un Hospital Venezolano"



Esta breve narración poética de nuestro gran amigo "PTT" sobre su propia visión de la vida en un hospital, nos hará indiscutiblemente reflexionar...




2 comentarios:

  1. Al ver las fotos y algunos párrafos del libro que tuve el privilegio de leer hace ya algunos años, tuve recuerdos encontrados entre la tristeza, el orgullo, el placer y el honor de haber trabajado y compartido algunas de esas historias con estos dos personajes, humanos, amigos y colegas. Saludos y mis respetos.

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  2. Gracias por tus recuerdos y añoranzas y gracias por compartir estas historias que reflejan la vida cotidiana dentro de nuestros centros de salud sin importar el tiempo. Recibe un fuerte abrazo...

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