Los Valles del Tuy se ubican dentro de una región sísmicamente activa, controlada estructuralmente por un sistema de fallas conformado por la falla de Tácata y la falla de La Victoria. Mayormente los suelos de esta región son limosos y arcillosos, lo cual demanda la construcción de viviendas especiales. Dentro del registro histórico de eventos sísmicos relevantes en los Valles del Tuy, el sismo más antiguo del que se tiene información fue el del 11 de junio de 1641, reseñándose además otros eventos similares en los años 1766 y 1812.
Cúa, la capital del municipio Urdaneta, como ciudad, tiene la particularidad de haber sido reubicada debido a la ocurrencia de movimientos sísmicos que afectaron sus previas locaciones (La primera capital denominada Santa Rosa de Marín fue devastada por el sismo de 1641). El 12 de abril de 1878, a las 8:41 p.m. un potente terremoto estremeció a Cúa, estado Miranda, que también afectó las otras poblaciones de los Valles del Tuy, como lo son: Charallave, Ocumare, Santa Lucía y Yare, dejando al menos 300 personas fallecidas, además del colapso total del templo (solo sobrevivió una columna y su capitel), centenares de viviendas asoladas, y la devastación de las Haciendas: La Consolación, El Palmar, San Rafael, El Conde, Souza, Tovar, Mendoza, Calabozo, Piñate, Santa Bárbara y Oviedo.
Algunos datos históricos sugieren que el evento tuvo una magnitud aproximada de 6,4° en la escala de Ritcher, pero un estudio de “Reevaluación del terremoto del 12 de abril de 1878 a partir de intensidades recientes”, realizado por investigadores de Funvisis, arrojó que el cálculo de la nueva magnitud de este movimiento telúrico fue de 5,68°.
Reseñas sobre testimonios de los pobladores refieren que ocurrieron hundimientos del terreno y se escucharon crujidos fuertes. El hecho de que este evento ocurriese pocos días antes de la semana santa y sucesos relacionados a un párroco local (José María Céspedes) le confirieron a este movimiento telúrico elementos sobrenaturales por los pobladores de la región. Luego de la devastación, la población de Cúa recibió la visita del Presidente de la República Francisco Linares Alcántara quien recorrió las áreas afectadas, dándole a este suceso una connotación nacional.
En la época de la colonia, Cúa fue conocida como “La Perla del Tuy” gracias a su actividad económica y producción de cacao, era además la conexión entre Caracas, los llanos de Guárico y otras poblaciones; la carretera Cúa-San Casimiro había sido inaugurada por el general Antonio Guzmán Blanco en 1875. Cúa brillaba y florecía comercialmente.
El impacto del terremoto se apreció mejor en el súbito cambio de la densidad poblacional de la ciudad, la cual pasó de 16.444 habitantes y 3.263 casas (censo de 1876) a 3.666 habitantes y 633 casas (censo de 1881), una pavorosa disminución del 80% en tan solo cinco años.
Ña Santa, el terremoto de Cúa y la maldición del cura
Por el profesor: Manuel Vicente Monasterios
"El terremoto del 12 de abril de 1878 cambió la historia de Cúa. Recreamos los hechos para su mejor comprensión, para que las nuevas generaciones siempre tengan presente que la naturaleza es generosa pero también es a veces muy dura con sus hijos. La maldición del cura forma parte de la leyenda popular, la recogemos de la tradición oral y presentamos en forma de un sencillo cuento"
Don Martiniano Zárraga, había hecho dinero durante la guerra de Independencia, caso único, pues la guerra arruinó a miles de familias mantuanas, pero Don Martiniano era un excelente comerciante y sabía como sacarle jugo hasta a las piedras. Siempre logró el apoyo de quienes ejercían el poder. El señor Obispo le entregó los copones y las joyas de la Catedral para evitar que cayeran en manos de las “hordas bovistas” en al año 14. Martiniano fue uno de los que recibió a José Tomás Boves en su entrada triunfal a la Caracas fantasmal, abandonada por los expedicionarios de oriente, para ser más exactos, los aterrados caraqueños que prefirieron huir y morir en un paso de un río, que caer en manos de los 15.000 llaneros de Boves. Cuando José Domingo Díaz huye de Caracas para evitar los saqueos patriotas, confía en Don Martiniano sus pertenencias, incluida una casa ubicada en la calle de la Misericordia. Todos respetaban al hijo de Don Sabas, el vasco que llegó con la Guipuzcoana. Entre los haberes que fueron a dar a manos de Don Martiniano por avatares de la guerra, estaba una gran hacienda que había pertenecido al Marqués del Toro llamada San José, ubicada en la jurisdicción del pueblo de Cúa en los Valles del Tuy. Don Martiniano se encariño con esta hacienda y le dedicaba muchas horas de trabajo con sus peones y esclavos para mejorarla.
En uno de sus viajes al llano guariqueño, para la compra de ganado, Don Martiniano se hospedó en una casa en las afueras de Parapara, en un pequeño fundo donde vivía un curandero muy famoso en toda la región del alto llano central llamado Ño Leandro Crespo, en esa humilde casa vivía la hermana menor de Ño Leandro llamada Francisca Crespo. Panchita era muchacha hermosa, de finas facciones, de un comportamiento distante de la rusticidad campesina, apenas Don Martiniano vio aquella joya se prendó de ella e inició su plan de conquista a pesar de la diferencia de edad. En dos viajes logró su cometido y se llevó a escondidas, a riesgo de su vida, a la hermosa Panchita. Construyó una amplia casa en un sector de su hacienda en Cúa, para vivir su romance lejos de la mirada de quienes sabían que Don Martiniano tenía esposa e hijos en Caracas. Todo marchaba de acuerdo a sus planes y felizmente nació una niña a quien pusieron el nombre de Santa María de la Purificación, pues había nacido el 2 de febrero, conocido también popularmente como día de la Candelaria del año 1863, en honor a la Patrona de las Islas Canarias de donde había llegado el abuelo de los Crespo. En aquel año el sobrino de Panchita llamado Joaquín, el hijo de Ño Leandro, regresaba a Parapara con el grado de Coronel con apenas 22 años.
Doña Jacinta Parejo de Crespo. |
Ña Panchita para ganarse la vida continúa en sus funciones de “curiosa”. La niña Santa ayuda a su madre y también aprende lo importante que es en la vida hacer el bien, y ayudar al prójimo en momentos difíciles. Ya estando muy pequeña a la edad de 5 años demostró condiciones especiales para ayudar al prójimo, pues en 1868 ocurre en Cúa el sitio o batalla de Cúa entre fuerzas leales al gobierno del general Falcón y partidarios del general José Tadeo Monagas, revolución conocida con el nombre de “La Genuina”. Muchos jóvenes cueños huyen al monte para evitar la recluta forzosa de cualquiera de los bandos, la niña informa a su mamá de que detrás de la casa hay un grupo grande de muchachos, la Ña Panchita para evitar problemas les increpa a que se alejen de la casa pero la niña Santa, a pesar de su corta edad, le dice a su madre que hay que ayudar a los jóvenes en ese difícil trance, la madre entiende a la hija y le da alimentos y orienta a los jóvenes donde esconderse mientras pasa lo peor. Así, gracias a la intervención de esa niña, salvan sus vidas aquellos muchachos y nace la leyenda de la “niña Santa” de Quebrada de Cúa. Aquel hecho marca la existencia de Santa María de la Purificación Crespo, la hija del viejo Don Martiniano Zarraga y de Ña Panchita Crespo.
En el año de 1878 Santa cumplió los 15 años de edad, la población de Cúa vivía su mejor momento de gran esplendor económico, de gran crecimiento comercial y de producción agrícola y pecuaria. El mercado ganadero con la región llanera era el principal motor de la economía local. Los arrieros de las puntas de ganado llegaban a Cúa con miles de cabezas para llenar los potreros y engordar y a la vez compraban toda clase de mercancías para llevar a sus lugares de origen en Guarico y Apure. De esta bonanza la madre y la hija reciben buenos beneficios, aunque su posada quedaba lejos del pueblo, eran muchos los llaneros que solicitaban posada en la casa de Ña Pancha, incluso había que enviar emisarios adelante para poder asegurar la estadía en el sitio de Quebrada de Cúa. Además de la buena atención, la excelente comida, el pesebre para las bestias, la hermosura de la niña Santa, había una razón de orden político, el parentesco familiar con el hombre más poderoso de los llanos, el general que había puesto orden en los caminos llaneros, los cuales estaban llenos de asaltantes y forajidos de todo tipo, era Joaquín, el hombre de confianza del general Guzmán Blanco y muchos llaneros se sentían complacidos de compartir con familiares tan cercanos del caudillo llanero, el cual empezaba a dar muestras de gran olfato político.
EL TERREMOTO:
En enero de 1877 llegó a Cúa un sacerdote muy ligado al Arzobispo Guevara y Lira, jerarca del catolicismo a quien le tocó soportar toda la carga frontal de Guzmán Blanco contra el poder de la Iglesia Católica: la expulsión de curas y monjas, la destrucción de conventos y templos y la predica permanente contra el “fanatismo religioso”. Guzmán Blanco estaba influido por la corriente libre pensadora y veía a la iglesia como un factor de atraso. El padre José María Céspedes, bastante moreno de piel, pero sobre todo con un verbo incendiario contra el régimen guzmancista, no perdía oportunidad para apostrofar a Guzmán, con un lenguaje apocalíptico llamaba al arrepentimiento y clamaba justicia Divina ante tantos atropellos gubernamentales, sus sermones terminaban señalando que Dios castigaría a quienes estaban con Guzmán y que un gran terremoto haría desaparecer a los impíos, que no quedaría piedra sobre piedra.
Como era costumbre en doña Pancha y su hija Santa, habían arreglado las bestias muy temprano y habían llegado a la misa del domingo 7 de abril, era un período de verano muy fuerte, no llovía desde octubre de 1877, la sequía, las quemas y las chicharras daban un aspecto infernal al paisaje y el calor abrasaba desde tempranas horas del día. Como era costumbre en aquella época la nave central era para los principales del pueblo y las naves laterales para los pardos y los blancos de baja condición. Las Crespo ocupaban un lugar preferente en el templo, aunque vivían en las orillas y su ocupación no era muy bien vista, nadie se atrevía a ponerles objeción por miedo a Joaquín. Aquel día el padre habló, como siempre, del arrepentimiento y del castigo de Dios, pero unos Guzmancistas, cansados del discurso del padre y sus efectos en la gente, planearon una venganza contra el cura y con la complicidad del sacristán de nombre Pedro Hernández, colocaron en el copón de consagrar una culebrita de las llamadas “viejitas”. Cuando el padre Céspedes, frente a todos los feligreses tomó el copón y lo destapó, saltó la culebrita, el padre sorprendido pega un grito que se oye en la plaza, los parroquianos empiezan a correr sin saber lo que pasaba, varias personas se cayeron al piso buscando desesperadamente la salida, gracias a Dios, solo fue una alarma con varios aporreados y sin mayores consecuencias. El padre en el mayor silencio terminó la misa y les manifestó que en ese mismo momento se marchaba de aquel pueblo, que vendría otro cura para los oficios de Semana Santa, si era que los había, pues con semejante sacrilegio, el pueblo estaba condenado por Dios, no bastaba el simple arrepentimiento de los autores y que desgraciadamente pagarían justos y pecadores.
Ña Panchita y Santa salieron del templo aterradas por lo que vieron y asustadas por el castigo señalado por el cura, se pararon en la Cruz Verde para hacer comentarios con los vecinos, cuando una poblada acompañaba al cura, rezando y pidiendo perdón, el cura se colocó debajo de la Ceiba que estaba al lado de la cruz del camino y se quitó sus sandalias manifestando que no se quería llevar de ese pueblo, ni el polvo, las sacudió y se montó en un burrito y tomó el camino de Charallave.
Doña Pancha adelantó las bestias y se coloca al lado del cura, le dice que no es justo lo que hicieron con él los guzmancistas, pero tampoco era justo solicitar la ira de Dios, para castigar a inocentes, si era una blasfemia lo hecho, el también estaba obrando con una carga de odio, la niña Santa fue testigo del diálogo.
El cura Céspedes le dijo que rezaran mucho y que si podían se fueran de aquel pueblo que estaba condenado por sus acciones. Pasarán muchas generaciones para lavar los pecados de un pueblo sin fe, donde los creyentes no tienen el valor de enfrentar a los enemigos de Dios. Un pueblo que se burla de la ira Divina pidiendo sus “ñapas de terremotos”, que toma a burla la seriedad de un consejo. Así se marcha el cura Céspedes, humildemente sobre su burrito por el camino viejo de la Culebra y el Dividive. Algunos feligreses le acompañan rezando el rosario. Las Crespo le acompañan hasta Quebrada de Cúa y se detienen un rato para ver como se pierde por los Rosales.
Trascurre la semana con el trabajo de rutina, pero con más oraciones, velas y plegarias pidiendo el perdón. En Cúa se lanzaban cohetes durante esos días y se celebraban varios bailes de joropo, financiados por las autoridades. El calor se hacía insoportable, a dos metros de distancia no se veía nada por el humo asfixiante de las candelas en los montes cercanos, que en la tarde marcaban un rojo triste en un sol que prácticamente no se veía, el ganado empezaba a morir de sed y hambre, el pueblo también pasaba trabajo para conseguir el alimento, el ambiente era muy pesado y se sentía un olor penetrante, según contaban los arrieros, en el Deleite se partió la tierra y brotaba un liquido amarillo con olor a azufre y la tierra estaba caliente, con un volcán de arena inmenso, el río Tuy disminuido y los pescadores señalaban que en esa semana no pescaban ni sardinas, no habían peces en el río, los pájaros tenían tres días desaparecidos, los loros se fueron de las casas y el viernes 12, solo se conseguían los perros que estaban amarrados, pues los sueltos desaparecieron, esos perros amarrados más que ladrar gemían con un profundo y desgarrador dolor, no habían gatos en todo el pueblo, era un fenómeno aterrador, era una escena característica del infierno de Dante. Casi se tocaba en el ambiente un olor a muerte, a presagio, a dolor, todos sentían miedo a algo, pero no sabían a que era. A las 8,38 minutos de la noche del viernes 12 de abril de 1878, se oyó un ruido sordo que venía de la profundidad de la tierra y se sintió como el suelo se estremecía sin parar, por varios minutos, se empezaron a caer las casas, el templo se desplomó, solo se oían los gritos desgarradores de las madres al ver a sus hijos muertos o heridos debajo de los escombros. Los sobrevivientes llorando, se hincaban en las calles pidiendo perdón por todos los pecados cometidos. En medio de la oscuridad reinaba el terror, los gritos y el caos. Nadie estaba preparado para semejante tragedia, prácticamente la prospera población de Cúa había desaparecido de la faz de la tierra.
Lamentablemente en la casa de las Crespo se había derrumbado la cocina y el techo cayó sobre Ña Panchita, quien quedó agonizando en el piso, la niña Santa se salvó porque en ese momento estaba en el patio. Los peones y empleados de la posada ayudaron a sacar a Ña Panchita, quien en medio de la agonía le dijo a su hija que se comunicara con su primo Joaquín y le solicitara ayuda, pues quedaba sola en el mundo.
Los muertos se contaban por cientos, era la segunda vez que en Cúa se acababan los ataúdes, la primera fue en la guerra del 68 y la segunda con el terremoto, los heridos llegaban a miles, físicamente Cúa había desaparecido, pocas casas quedaron en pie. La Iglesia suspendió los actos de la Semana Mayor en toda la Diócesis de Caracas y el Presidente de la Republica, General Francisco Linares Alcántara, visitó a Cúa para conocer personalmente la magnitud de la tragedia y prestar la ayuda necesaria, canalizada por varias casas comerciales que tenían comisionistas en la ciudad destruida, como Santana Hermanos y Cia.
El caos reinante y las tristes escenas de dolor marcaron la Semana Santa cueña, muchos afirmaban que se había cumplido la maldición del padre Céspedes, otros hablaban del poder de la casualidad, pero todos lamentaban la sacrílega culebrita dentro del copón, al sacristán estúpido, autor de la maldad, lo mató la campana del viejo pueblo de Marín, la que tiene la fecha de 1726, al desplomarse la torre de la iglesia. Quedó el sacristán como decían en la época “despaturrado” La mayoría los autores intelectuales y financistas del despropósito perdieron familiares muy queridos para ellos. Ña Panchita fue enterrada en la parte trasera de su casa, al pie de la ceiba sembrada por Don Martiniano se colocó una enorme cruz con su nombre señalando el sitio de su sepultura. La casa tenía patios donde habían sido plantados mangos, tamarindos, nísperos, mamones y matas de acacias que daban sombra y frescura muy especial al lugar.
Santa envió unas notas explicativas de la situación a su primo Joaquín, pero este se encontraba en Europa y en su regreso no vino a Venezuela, sino que fijó su residencia en la Isla de Trinidad, hasta allí llegó la comunicación de Santa para informarle la triste noticia de la muerte de su tía en el terremoto de Cúa. El general Joaquín Crespo comisionó a su amigo de confianza el general Ramón Guerra, residente en San Casimiro, para que atendiera adecuadamente los problemas de su prima Santa. En febrero de 1879 regresa Joaquín a Venezuela, conjuntamente con el general Guzmán, quien ocupa nuevamente la Presidencia de la República y nombra al General Crespo como custodio del Parque Nacional del Ejército y jefe de la seguridad del régimen con sede en la ciudad de Maracay. Hasta esa ciudad viaja la bella Santa acompañada de algunos fieles servidores, logra entrevistarse personalmente con su primo, quien no la conocía. Gratamente impresionado el general, no solamente por la belleza de la joven, sino por la madurez de sus razonamientos, sus dotes clarividentes y los buenos proyectos que tenía para no abandonar la casa y la posada de Cúa. Crespo toma la determinación de proteger adecuadamente a su prima, respaldándola para que todos supieran que cualquier problema o irrespeto a Santa era una ofensa al general Crespo. Una de las primeras medidas que toma el general es comprar la Hacienda San José o Quebrada de Cúa, no lo hace a nombre de él sino que utiliza a un amigo de infancia de su pueblo natal: San Francisco de Cara, que había llegado a Cúa poco después del terremoto, interesado en promover el engorde de ganado llanero. Tan bien le fue a Crespo con esta finca cueña y con su paisano testaferro que en los próximos años comprará por su intermedio las haciendas la Culebra y Tazón de Cúa. Mucha gente sorprendida por la súbita riqueza del ganadero llanero, empezaron a regar la conseja que había vendido su alma al diablo, para obtener todas aquellas tierras y propiedades y empezar a llevar una vida de millonario de la noche a la mañana. Lo que la conseja popular no sabía era que el “diablo” que suministraba las riquezas del llanero era su amigo el general Joaquín Crespo quien empezaba a manosear una de las fortunas más grandes de Venezuela, sin haber llegado todavía a la Presidencia de la República.
La joven Santa salió tan buena administradora como su madre, mejoró el sitio de la pensión y ranchería del camino. Era uno de los pocos lugares donde se podía disfrutar ciertos lujos para la época, como catres, aguamaniles, mosquiteros, cubiertos de plata, vajilla importada, buena comida, bien preparada, platos de lujo y las mejores hallacas, buen vino de bodega francesa y finos licores, como el brandy y el whisky, baños con agua corriente, gracias a un tanque elevado hecho de mampostería y fue el primer sitio en el interior de Venezuela donde se instaló una poceta o Water como le llamaban en aquella época; las primeras las trajo el General Crespo para dotar el palacio de Miraflores. En una visita de Santa a Caracas, Misia Jacinta esposa del general, la llevó a conocer La Trilla, donde se construía la primera casa antisísmica de Venezuela. Santa quedó tan impresionada con el sistema de los baños modernos del futuro Palacio de Miraflores que Doña Jacinta le regaló una poceta y un lavamanos que no utilizarían porque eran muy pequeños y con poco lujo para el palacio. Santa se los llevó para Cúa a lomo de burros y los instaló en la casona de su pensión, lujos nunca vistos en estas tierras que llenaban de fama su negocio casi hotel. Con este regalo se puede afirmar que fue en Cúa el primer pueblo donde se instaló un baño moderno e importado de Nueva York.
La pensión de Santa en Quebrada de Cúa tenía fama nacional, no había viajero de importancia que transitara por el Tuy que no llegara a donde Santa. Generales, políticos, gorreros, busca puestos, agentes viajeros, obispos, familias enteras, estudiantes, los arrieros también tenían su lugar, pero en un sitio acondicionado especialmente para ellos, con un precio verdaderamente solidario si comparamos con los 6 pesos que valía la noche en “El Pigale” como llaman el sector lujoso de la pensión, incluía comida, estadía, bebida fina y diversión musical durante las primeras horas de la noche con piano, guitarra y canto lírico, pasto y descanso para las bestias. Los llaneros y arrieros tenían en su galería buena comida, pero un tanto rustica, y se formaban en algunas noches buenos contrapunteos, que los viajeros pudientes observaban, con lo cual se democratizaba el divertimento sano.
Santa se había hecho una mujer hermosa, atrayente en todos los ordenes, respetable por su comportamiento y respetada por el temor que infundían dos guardaespaldas que le había colocado su primo. Eran dos lanceros llaneros, más fieles que unos mastines ingleses, dispuestos a dar la vida por la joven dama. Muchos eran los enamorados que tenía “La flor de Quebrada de Cúa”, no solo por ser una hermosa fruta primaveral, sino por la influencia que tenía en el Presidente Crespo, pero sobre todo en su esposa Misia Jacinta, la razón fundamental de esta empatía, además del vinculo familiar, fue un hecho interesante: En la primera visita de Santa a Maracay, cuando el General era el Jefe del Parque Nacional del Ejercito. Santa en una suerte de viaje al futuro, con los ojos cerrados, en presencia de Doña Jacinta, le predijo los acontecimientos por venir, sin embargo se guardó con mucho dolor y esperando un cambio en el signo de la fatalidad del año de 1898. Le dice que será llamado por el Presidente Guzmán para ocupar el Ministerio de Guerra y Marina, le expresa que no le conviene aceptar el cargo, era mejor para él quedarse en Maracay, custodiando el armamento y esperando una mejor oportunidad. Crespo intrigado le pregunta. —¿Cuándo puedo aspirar una mejor posición? Santa le dice que Guzmán será reelecto por el Congreso, violando la Constitución, allí empezarán sus pesares, te nombrará presidente del gran Estado Miranda (Aragua, Miranda, Guárico y Nueva Esparta) acéptalo, es el momento, pero no dejes el control de las armas en Maracay, es clave para frenar a los enemigos, te nombraran Senador y estarás a un paso del poder Mayor, si actúas como buen llanero.
Una vez que Santa regresa a Cúa, el General le dice a Doña Jacinta, extraño lo que me dice esa niña pues nada sabe de política y tiene mucha lógica lo expresado, pero como hago yo para contradecir los deseos del General Guzmán, pues quien le contradiga es su enemigo. Doña Jacinta le manifiesta que cuando oyó a Santa, sintió una luz, que le clarificaba el camino y para convencer a Guzmán, le dice: —solicitale, con mucho tacto, que las armas de la República son las que garantizan la paz, que cualquiera puede ser ministro, pero el parque y el ejercito tienen que estar en manos de gente fiel a la causa de abril, para evitar sorpresas. Así lo hizo Crespo y Guzmán complacido aceptó la propuesta. Las predicciones de Santa se fueron cumpliendo al pie de la letra y Misia Jacinta casi brincaba de alegría. Este hecho permitió que Santa tuviese “vara alta” con su primo y Doña Jacinta, quien por lo menos una vez al mes la traían a Santa Ines, residencia presidencial, para realizar las respectivas consultas, saber quienes eran los enemigos y tomar determinaciones de estado. Los juicios de Misia Jacinta sobre personalidades del entorno presidencial eran previamente consultadas a Santa y de allí que la opinión de Misia Jacinta al respecto tenía valor de condena o de consagración. La participación de Misia Jacinta en los asuntos de Estado, siempre tenían el consejo espiritual de Santa.
En uno de los viajes a Caracas Santa fue invitada por la pareja presidencial al teatro, para ver, por primera vez en Caracas, a la pianista venezolana Teresita Carreño, quien se presentaba en el teatro Guzmán Blanco el día 29 de octubre de 1885, el programa incluía obras de Chopin, de Henselt, una danza compuesta por Teresita llamada “Saludo a Caracas”, Rapsodia numero 6 de Liszt y el Himno a Bolívar” compuesto por ella misma. Esa inolvidable noche Santa conoce a quien sería su esposo, el joven político Juan Pedro Castillo. Un año después, el 8 diciembre de 1886, a los 23 años de edad, Santa María de la Purificación Crespo, se casaba con el joven político Juan Pedro Castillo, fueron los padrinos de la boda Misia Jacinta Parejo de Crespo y el general Joaquín Crespo Torres.
A pesar de su nueva condición y que su esposo estaba muy ligado a los avatares políticos del General Crespo, Ña Santa, como popularmente y con respecto la “mentaban” los arrieros, se mantuvo ligada a la hermosa posada de Quebrada de Cúa, tenía su personal de confianza, pero por cariño al lugar de su nacimiento y los recuerdos de su madre, enterrada al pie de la ceiba, pasaba algunos meses del año en el lugar, siempre mejorando las condiciones para servir mejor a sus numerosos clientes. En una ocasión se hizo acompañar de un fotógrafo famoso de apellido Abril y se tomaron fotos, no solamente de su pensión, sino de la población de Cúa, entre esas fotos, se encuentran las de “Las ruinas del templo de Cúa”, publicadas en la revista cultural “El Cojo Ilustrado” foto que sirvió de modelo para el cuadro de Cristóbal Rojas.
Sinopsis del terremoto de Cúa
ww.sobreriesgos.com/sinopsis-del-terremoto-de-cua-de-1978/
Hace 140 años ocurrió el terremoto de Cúa
http://www.funvisis.gob.ve/old/noticia.php?id=1879
Ña Santa y el terremoto de Cúa
http://escribidor30.blogspot.com/2015/11/na-santa-y-el-terremoto-de-cua-la.html
Bravisimo. Muchas gracias. Muy buen material
ResponderEliminarGracias por compartir parte de nuestra historia en Cùa y nuestros Valles del Tuy.
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