Por: José Antonio García de la Concha Negretti
Recopilación: Manuel Aponte Bolívar
«Un tío mío, el general Benjamín Arriens Urdaneta, tenía una hacienda de caña llamada “Santa Ana” a la entrada de Ocumare del Tuy. Buen hijo, esposo excelente, padre amantísimo, amigo leal y desprendido, general pundonoroso, porque en aquella época había dos clases de generales. Se les decía pundonorosos a los que habían conquistado el título guerreando.
En esos días, mi tío había sido nombrado Presidente del Estado Miranda, cuya capital era entonces la histórica Ocumare del Tuy. Hombre de mucho prestigio, quiso el pueblo celebrar tal acontecimiento. Enguirnaldaron las calles, se fomentaron carreras de cintas, coleadas de toros y festejos de toda índole. Recuerdo hasta un almuerzo en la hacienda “El Mamón”, donde el “sancocho” lo tuvieron que preparar en un fondo de trapiche y las verduras la sirvieron en bateas, el baile duró tres días. Encantados estábamos por aquella aventura, pues era una hazaña arriesgarse a un viaje a Ocumare, cuando ni caminos habían y tendríamos que pasar dos días por montes, quebradas y rancherías. Cerca de las tres de la madrugada se presentó el cochero Obregón con una calesa de viajes tirada por tres caballos. Se acomodaron mis tías, Manuel de los Santos, mi hermano y yo fuimos de Perico a Morrocoy a buscar a Dolores Padrón, prima de mi tía Eumelia, esposa de mi tío Benjamín, y de allí emprendimos el famoso viaje vía El Valle. Pasamos por Conejo Blanco, (hoy Los Jardines del Valle), seguimos por Coche, pasamos la quebrada de Turmerito, La Mariposa, La Providencia, Gato Amarillo, (hoy bajo las aguas del dique), y escuchábamos el relato de los baños de Misia Zoila en “El pozo de los pájaros”. En Bejarano, nos desmontamos para poder pasar el puente de Los Almendros, que era de poca seguridad para pasar un carruaje y al fin llegamos a la Cortada del Guayabo. Allí nos desayunamos con caraotas, carne frita, huevos, queso frito, plátanos fritos. Imagínense con ese mantequero y los bamboleos del coche cómo iban nuestros pobres estómagos. Pasamos Los Mangos y a las doce del día llegamos a Maitana, donde debíamos almorzar y montar en cabalgaduras, pues hasta allí nada más podía irse en coche o carreta. El camino que continuaba era de recuas transmontando por Parapara. Maitana era un fundo del general Leonso Quintana, donde tenía en la casa un saladero de cueros de ganado. Los olores eran horribles, el mosquero insoportable, un lugar húmedo y sombrío, que no provocaba almorzar. El entusiasmo por montar a caballo y seguir conociendo vistas y parajes no nos dejó descansar siquiera y emprendimos la marcha vía La Cortada de Maturín, llegando en una tarde clara y serena a la altura de Parapara de donde pudimos contemplar los extensos y fértiles Valles del Tuy.
Allí nos esperaba mi tío Carlos, hermano mayor de mí madre. Descansamos un rato y luego, mis tíos en buenos caballos y Manuel y yo en sendos burritos, comenzamos la bajada pasando por Tierra Negra para llegar muy entrada la noche a la Posada de Los Marrero en la entrada de Charallave. Aquí nos extrañó el agua por ser salobre, pero nos dijeron que era muy sana y que tenía alguna influencia en los matrimonios porque eran escasos los varones y abundantes las hembras y que por lo regular todas resultaban mujeres bonitas. Efectivamente en el Tuy se decía que Charallave era la tierra de las mujeres bonitas. Cenamos y luego nos acostamos en catres pero estábamos tan molidos que dormimos como unos benditos. Bien de mañana ya estábamos cabalgando para llegar a buena hora de almuerzo al tan deseado Ocumare. Pitahaya, Las Juasjuitas, Vallecito, La Casa de Tejas, Aponte y el paso del río, donde diez hércules africanos nos levantaron en vuelo y nos sientan sobre sus cabezas y llevando las bestias de diestro nos pasan del río. Mis tías gritan, patalean pero nada, fueron depositadas con todo miramiento en la otra orilla.
A las doce sonaron los cohetes anunciando nuestra llegada a Santa Ana, plena de gentes de todas las esferas sociales estaba la casa. Habían venido a saludar y conocer a los viajeros las familias: Rodríguez, Navarro, Oyón, Belisario, Castillo-Veitía y muchos otros. Manuelito Rocha, Jefe Civil, Pedro Galarraga, Comandante de Armas, el doctor Agüero, Luis Sagarzasu, el boticario doctor Ros, y muchísimas personas más. Aquello terminó en un gran “sarao”, como decía mi tío Benjamín cuando se bailaba. Con ellos estaba temperando la muy simpática Ana Teresa Márquez, que reunida con la espiritual Dolores Padrón, nos hicieron pasar unos días divertidísimos. Los baños en el Chorrerón del trapiche y luego la totumita con “conga” esto es, melao caliente con un chorrito de aguardiente del alambique. La pesca y sancocho de corroncho a orillas del río.
Nuestros paseos eran en la tarde por El Rodeo, barrio muy interesante por la cantidad de pequeñas industrias. Allí vi cómo se montaban las alpargatas, cómo se tejían los sombreros de cogollo, cómo se preparaban y cocían los budares y cazuelas, los talabarteros arreglando enjalmas, arritrancos y guruperas, el encabullado de garrotes, el hojalatero soldando faroles y cántaros para las tinajas, mujeres preparando y raspando totumas y cantidades de cosas que se nos iba el tiempo admirando aquella gente industriosa y trabajadora. Mis tías se extremaban en atenciones para con todos y nuestro regreso fue con lagrimas en los ojos».
En esos días, mi tío había sido nombrado Presidente del Estado Miranda, cuya capital era entonces la histórica Ocumare del Tuy. Hombre de mucho prestigio, quiso el pueblo celebrar tal acontecimiento. Enguirnaldaron las calles, se fomentaron carreras de cintas, coleadas de toros y festejos de toda índole. Recuerdo hasta un almuerzo en la hacienda “El Mamón”, donde el “sancocho” lo tuvieron que preparar en un fondo de trapiche y las verduras la sirvieron en bateas, el baile duró tres días. Encantados estábamos por aquella aventura, pues era una hazaña arriesgarse a un viaje a Ocumare, cuando ni caminos habían y tendríamos que pasar dos días por montes, quebradas y rancherías. Cerca de las tres de la madrugada se presentó el cochero Obregón con una calesa de viajes tirada por tres caballos. Se acomodaron mis tías, Manuel de los Santos, mi hermano y yo fuimos de Perico a Morrocoy a buscar a Dolores Padrón, prima de mi tía Eumelia, esposa de mi tío Benjamín, y de allí emprendimos el famoso viaje vía El Valle. Pasamos por Conejo Blanco, (hoy Los Jardines del Valle), seguimos por Coche, pasamos la quebrada de Turmerito, La Mariposa, La Providencia, Gato Amarillo, (hoy bajo las aguas del dique), y escuchábamos el relato de los baños de Misia Zoila en “El pozo de los pájaros”. En Bejarano, nos desmontamos para poder pasar el puente de Los Almendros, que era de poca seguridad para pasar un carruaje y al fin llegamos a la Cortada del Guayabo. Allí nos desayunamos con caraotas, carne frita, huevos, queso frito, plátanos fritos. Imagínense con ese mantequero y los bamboleos del coche cómo iban nuestros pobres estómagos. Pasamos Los Mangos y a las doce del día llegamos a Maitana, donde debíamos almorzar y montar en cabalgaduras, pues hasta allí nada más podía irse en coche o carreta. El camino que continuaba era de recuas transmontando por Parapara. Maitana era un fundo del general Leonso Quintana, donde tenía en la casa un saladero de cueros de ganado. Los olores eran horribles, el mosquero insoportable, un lugar húmedo y sombrío, que no provocaba almorzar. El entusiasmo por montar a caballo y seguir conociendo vistas y parajes no nos dejó descansar siquiera y emprendimos la marcha vía La Cortada de Maturín, llegando en una tarde clara y serena a la altura de Parapara de donde pudimos contemplar los extensos y fértiles Valles del Tuy.
Allí nos esperaba mi tío Carlos, hermano mayor de mí madre. Descansamos un rato y luego, mis tíos en buenos caballos y Manuel y yo en sendos burritos, comenzamos la bajada pasando por Tierra Negra para llegar muy entrada la noche a la Posada de Los Marrero en la entrada de Charallave. Aquí nos extrañó el agua por ser salobre, pero nos dijeron que era muy sana y que tenía alguna influencia en los matrimonios porque eran escasos los varones y abundantes las hembras y que por lo regular todas resultaban mujeres bonitas. Efectivamente en el Tuy se decía que Charallave era la tierra de las mujeres bonitas. Cenamos y luego nos acostamos en catres pero estábamos tan molidos que dormimos como unos benditos. Bien de mañana ya estábamos cabalgando para llegar a buena hora de almuerzo al tan deseado Ocumare. Pitahaya, Las Juasjuitas, Vallecito, La Casa de Tejas, Aponte y el paso del río, donde diez hércules africanos nos levantaron en vuelo y nos sientan sobre sus cabezas y llevando las bestias de diestro nos pasan del río. Mis tías gritan, patalean pero nada, fueron depositadas con todo miramiento en la otra orilla.
A las doce sonaron los cohetes anunciando nuestra llegada a Santa Ana, plena de gentes de todas las esferas sociales estaba la casa. Habían venido a saludar y conocer a los viajeros las familias: Rodríguez, Navarro, Oyón, Belisario, Castillo-Veitía y muchos otros. Manuelito Rocha, Jefe Civil, Pedro Galarraga, Comandante de Armas, el doctor Agüero, Luis Sagarzasu, el boticario doctor Ros, y muchísimas personas más. Aquello terminó en un gran “sarao”, como decía mi tío Benjamín cuando se bailaba. Con ellos estaba temperando la muy simpática Ana Teresa Márquez, que reunida con la espiritual Dolores Padrón, nos hicieron pasar unos días divertidísimos. Los baños en el Chorrerón del trapiche y luego la totumita con “conga” esto es, melao caliente con un chorrito de aguardiente del alambique. La pesca y sancocho de corroncho a orillas del río.
Nuestros paseos eran en la tarde por El Rodeo, barrio muy interesante por la cantidad de pequeñas industrias. Allí vi cómo se montaban las alpargatas, cómo se tejían los sombreros de cogollo, cómo se preparaban y cocían los budares y cazuelas, los talabarteros arreglando enjalmas, arritrancos y guruperas, el encabullado de garrotes, el hojalatero soldando faroles y cántaros para las tinajas, mujeres preparando y raspando totumas y cantidades de cosas que se nos iba el tiempo admirando aquella gente industriosa y trabajadora. Mis tías se extremaban en atenciones para con todos y nuestro regreso fue con lagrimas en los ojos».
Casa de Santa Ana, esta hermosa casona perteneció al General Benjamín Arriens Urdaneta, uno de los precursores para que Ocumare del Tuy fuese Capital del Estado Miranda. |
Tomado de: UN PINTORESCO VIAJE A OCUMARE DEL TUY.
Por: JOSÉ ANTONIO GARCÍA DE LA CONCHA NEGRETTI
Yo me identifico en estos viajes ya que cuando era pequeña viviamos en el valle y para venir a los valles mi papa pagaba una carrerita ya que eramos diez hermanos y haciamos esas paradas para comer cochino frito chicharron y lo que viniera eso era en los años 70 6o derecho a los cajones paraiso al que amo con todo mi corazon porque sus rios son unicos el rio la guamita donde mi infancia era diaria en el rio la cola de caballo son recursos naturales virgenes que tiene nuestro ocumare muy querido el rio de araguita sus conucos que visito cada vez que puedo y los bailes de joropos que no me los pierdo por lo menos el primero de enero se dio cita en casa de la patrona mi abuela ramona de calzadilla LUIS Tovar con su familia tocaron arpa y bailamos todo el dia
ResponderEliminarAsí mismo es querida amiga, la idiosincrasia del tuyero y su apego por sus raíces son ejemplos que siempre recordaremos y con las cuales nos sentiremos identificados en cualquier tiempo... Un abrazo.
ResponderEliminarNo olvidó los pozos de La Guamita, hermosos recuerdos, supe que el gobierno ha recuperado esos espacios para el disfrute de la familia.
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